Nunca antes como en la actualidad habíamos vivido en un entorno tan repleto, de hecho tan saturado, de contenidos e informaciones: un amplio abanico de inputs (o bombardeo) que ni todos son buenos, ni todos desechables. Un escenario en el que además han aparecido múltiples herramientas para dar con aquello que buscamos de forma más fácil y rápida. Hoy, cierto es que no siempre encontramos todo aquello que buscamos, pero probablemente estemos más cerca de encontrarlo que no en 1995. Por aquel entonces podía ser una auténtica odisea conseguir cierta información específica. Hoy, hay más información y mejores métodos para obtenerla.
Con la era Internet, las empresas, las organizaciones… no sólo se han preocupado de facilitar más medios para acceder a sus contenidos, realizar acciones para divulgarlos más eficientemente, etc. sino que además han empezado a abrirse, con mayor o menor acierto, de forma mucho más amplia y transparente que antes. Se ha entendido con creces (y esto es muy relevante) que los consumidores desean conocer todos los detalles de lo que les interesa (y lo quieren sin esperas). En caso de no conseguirlo, tarde o temprano, ellos se informarán por uno u otro medio externo a las compañías: a través de otros consumidores (ya sea en foros) o por opiniones expertas (por ejemplo en blogs). El consumidor está (si quiere) ultrainformado, a veces, más que la propia empresa: ya que no sólo conoce el «producto A», también conoce los productos B, C y D, los de la competencia.
Herramientas para conseguir información relevante hay cientos. Google, el buscador de referencia, lo dice claro y alto: «Queremos que aquella persona que busca, encuentre». Y alrededor de esta idea ha construido una estrategia de empresa, de productos, etc. que no le está yendo para nada mal. Han dado en el clavo, lo saben: las personas deseamos encontrar aquello que buscamos, sea como sea. Parece que sólo así quedemos «saciados» de la información o contenidos de nuestro interés. Esta inquietud humana ha llevado a una segmentación de los soportes de comunicación como nunca antes habíamos vivido: en televisión (canales temáticos, digitales…), en prensa (publicaciones especializadas), en contenidos online (vídeoblogs, foros, portales web, e-mail marketing…), etc. El consumidor así lo ha deseado (en parte).
Este hecho se ha convertido en una oportunidad para muchas empresas y organizaciones, ya que por fin pueden dirigir sus mensajes a aquellos receptores que muestren interés por una temática u otra (no en plan «caza al consumidor», sino en plan «señuelo al consumidor receptivo»). Una ocasión única para ser relevantes, atractivos, y como no, convincentes, con nuestros públicos más afines. En esta línea, el marketing de contenidos, del que tanto se habla últimamente, tiene una importante labor a desarrollar y del que las empresas se pueden beneficiar. Una herramienta muy acertada (si está bien utilizada), ya que aportará información de valor, y de calidad, allí donde sea propicio ofrecerla. Ellos, los consumidores, ya nos encontrarán (si quieren). Deberemos ponernos guapos/as (pero no meter presión o invadir el espacio personal del potencial cliente).